Doble asesinato en Valparaíso desenmascara el lumpen
fascismo a la chilena
X Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)/El Clarín
Los jóvenes universitarios, Exequiel Borvarán, de 18 años, y
Diego Guzmán, de 26 años, son los nuevos mártires de la larga y ardua lucha de
los estudiantes por el derecho a una educación gratuita, laica, de calidad y
universal. Ambos pertenecían a la Universidad Santo Tomás, con sede en
Valparaíso que, según las palabras del rector de esa casa de estudios, se
caracteriza por la prescindencia a actos estudiantiles masivos y de protesta.
Giuseppe Briganti es el típico producto del lumpen-fascismo,
que no ha sido erradicado de la mentalidad de algunos de los chilenos que
rinden culto a la propiedad privada, colocándola por encima del valor de la
vida humana. Este fanático culto al dinero, difundido especialmente por la UDI,
por hijos de Guzmán Errázuriz, por los Piñera y por los plutócratas de las dos
castas políticas en el poder, cuya miseria moral ha sido develada ante la
ciudadanía por los escándalos de corrupción de los políticos por parte de los
grandes empresarios, empleando el cohecho, el soborno, el fraude al fisco, el
lavado de activos y las cuentas millonarias en paraísos fiscales y otras
artimañas, utilizando el engaño y la codicia para mantener el poder económico
sobre el político y, además, enriquecerse en forma ilimitada.
En la época en que luchábamos contra la dictadura de Augusto
Pinochet en las Comunidades Cristianas de Base, se hablaba siempre del Pinochet
que tenemos en nuestras almas y que, incluso inconscientemente, lo utilizábamos
en nuestra relación con el otro – qué lejos está la iglesia de Ricardo Ezzati
de aquella del Cardenal Raúl Silva Henríquez donde era la voz de sin los sin
voz –. Ahora, después de 25 años de gobiernos de una supuesta centro-izquierda,
volvemos al mismo punto de partida: por desgracia, los vicios de la dictadura
se han traspasado a las élites plutocráticas gobernantes a tal grado que la
condena de los Tribunales a un grupo de oficiales del ejército por haber
servido de testaferro para el robo de millones de dólares del tesoro fiscal
que, generalmente, iban a parar a las cuentas en el extranjero, del tirano y
ladrón, Pinochet y su familia, ha pasado casi desapercibido ante la miseria
moral de los émulos civiles del dictador, que no osan en difundir – incluso en
las capas inferiores de la sociedad – la codicia, el acendrado individualismo,
el sálvese quien pueda, la adoración de posesión de la propiedad como un
becerro de oro y, sobre todo, el odio y el desprecio a cualquier cambio, por ínfimo
que sea.
El joven Briganti, de 20 años, que es capaz de segar la vida
de jóvenes de su misma edad, no es más que un subproducto de una sociedad sin
alma, dominada por antivalores propios de lo que suelo llamar “el lumpen
fascismo pinochetista” que, con el correr de los años, se ha ido inoculando en
la Concertación de Partidos por la Democracia, transformando a algunos de los
hijos de Salvador Allende en verdaderos sacristanes de la ideología de
Pinochet.
Como ha ocurrido muchas veces en la historia, la corrupción
pestilente de las élites penetra, con facilidad, en las capas medias, por eso
no es raro que el asesino de los dos estudiantes use las armas para defender la
propiedad y, según él, las drogas de su padre, así como también lucir la
intransigencia y el odio a todo aquella persona que piense distinto o bien, que
ponga en peligro el statu quo y el individualismo hedonista que forman parte de
sus vivencias.
En medio de esta podredumbre ética, no es nada que muchas
jóvenes de capas medias, en protestas anteriores – organizadas por la UDI Y RN
– contra la reforma educacional, gritaban “querimos pagar, querimos pagar”.
Giuseppe también forma parte de aquel sector que se ufana del analfabetismo
político, inoculado por Augusto Pinochet. Afortunadamente, la mayoría de los
jóvenes no tiene nada que ver con el estúpido “no estoy ni ahí con la
política”, difundido por el arribista Marcelo “Chino” Ríos.
La muerte de Exequiel y Diego, lejos de detener la lucha de
los movimientos sociales para terminar con el modelo heredado de Pinochet y tan
bien administrado por los traidores a su pueblo de la Concertación, debe ser el
acicate para expulsar del poder, de una por todas, a la plutocracia reinante.
Fuente: El Clarín
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